Monday, November 24, 2008

Barcelona, murales, espacios de lucha...en bcnweek!


http://www.bcnweek.com/feature69.html


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ESPAÑOL

Si le pedís a alguien que defina exactamente que significa “subcultura”, probablemente os mirará con recelo por haber proferido una pregunta tan banal, luego, inmediatamente fracasará en darte cualquier cosa parecida a una respuesta sustancial y bien definida. Si lo buscáis en Internet, encontraréis un montón de palabrería que se confunde a sí misma por confiar excesivamente en la palabra “cultura”. Daréis con palabras como subversión, punks, ambivalente, no-doméstico, góticos, negativo y tribus; y seréis unas personas mucho mejores que yo si, de todo eso, podéis derivar cualquier sentido o significado real.

Cuando es tan difícil descifrar el sentido de las palabras, a veces es más fácil encontrar consuelo en las imágenes. Mientras camino entre las paredes de la ciudad, noto colores saltando hacia mí y alejando mi atención del gris. Las paredes de la ciudad nos gritan, buscando respuestas que no estoy seguro que yo tenga. Las paredes están hablando, y creo que debemos escuchar.

Las imágenes de la página opuesta os son traídas por Los Martínez, un grupo que vive y respira en las mismas calles que atravesáis. Pero la identidad del grupo es menos importante que el compromiso con su discurso. Si miráis de cerca, veréis que su trabajo tiene un contenido real, algo que no encontraréis en “subculturas” definidas ampliamente por poses y modas pasajeras. Interactuando con Los Martínez, sois movidos inconfortablemente de vuestra previa e impasible posición de alienación. El afilado pellizco de reconocimiento que sentís si observáis su trabajo, personalmente sus corazones, os hará parte activa de una oposición sistemática y estructurada contra la cultura dominante a la que ineficazmente amabais odiar. Os habréis convertido en verdaderos forasteros. Os habréis movido fuera de la subcultura y os harbáis unido a las filas de la contracultura.

Hace cien años, la ciudad de Barcelona y su gente pasaban por un período de gran pobreza. Una población pobre luchaba por vivir y, en algunos casos extremos, se moría de hambre. La proporción de dinero gastado en alimentos en comparación con el destinado a vivienda era de 5 contra 1. La gente vivía en tiempos de penuria económica y miseria, pero al menos podía costearse el techo que tenía sobre su cabeza. En la Barcelona actual, la situación se ha revertido completamente. Una persona normal, ganando 1.000€ por mes, puede sobrevivir sólo gastando 200€ por mes en comida, pero sería sumamente complicado cubrir el coste de tener su propio apartamento en la ciudad con los restantes 800€. La mayoría de la gente no morirá de hambre en La Millor Botiga del Mon, pero si no sois ricos, es mejor buscar otro lugar para descansar vuestras cabezas por la noche. Es en la realidad de este ambiente en el cual Los Martínez están intentando ofrecer un mensaje alternativo a la gente de la ciudad.

Los Martínez son un grupo de individuos de ideas similares que se han encontrado por casualidad mientras trabajan en las calles individualmente, y que luego se unieron para producir trabajos en los que encontramos un fluida fusión de arte y crónica social. Son guerreros sociales, comprometidos con el reclamo del espacio público como algo nuestro, transformándolo en una galería gratuita. Pero la belleza artística de su mensaje no debería engañaros interpretando su trabajo a la ligera. Este colectivo de amigos creativos no sólo está peleando por reclamar los espacios públicos de la ciudad. En los barrios donde la especulación y los grandes negocios están desplazando a los residentes, tirando abajo edificios y tratando de negar la rica historia de los lugares que desean reinventar desde su propia imagen egoísta, Los Martínez también están en la primera línea de batalla junto a la gente real.

En Bon Pastor, Los Martínez pintaron muros junto con los niños gitanos del barrio, en protesta por el desalojo forzado de familias en Las Casas Baratas. En Barceloneta, trabajaron con Los Vecinos del Barrio de La Barceloneta en su lucha contra el Plan de Ascensores del Ayuntamiento, una maniobra que vería a los ancianos vecinos y a sus familias desalojadas de sus hogares. Pero es tal vez en el antiguo hogar de Los Martínez, en Poblenou, donde su lucha ha sido más intensa. Y es este lugar el que mejor resalta la determinación implacable de su batalla y su continua creencia en ella. Aún así, es aquí, también, donde las excepciones al éxito de su movimiento pueden ser las más evidentes.

En Can Ricart y Poblenou, Los Martínez fueron parte de un grupo de 3.500 vecinos y amigos de los vecinos que protestaron contra el monstruo que es el 22@. Esta iniciativa financiada de manera privada y respaldada por el gobierno local ha desplazado a la mayor parte de la comunidad artística de Poblenou, así como a muchas familias que han vivido por generaciones en lo que tradicionalmente era una de los pocos barrios auténticos de la clase trabajadora de Barcelona. Es algo horrible, y es un patrón que se está convirtiendo en algo muy familiar. Pero el 22@ es incluso todavía más horrible porque muchas de las compañías que operan en este nuevo parque empresarial de vanguardia tratan, o están relacionadas de alguna manera, con la producción de armas. Indra, cuyo presidente lidera el comité de empresas 22@Network, es el mayor proveedor de equipamiento militar no estadounidense para la máquina militar más inmensa: el ejército de los Estados Unidos de América.

Las protestas en Poblenou, como tantas otras, fueron en vano, y el intento de avalar el 22@ y su presencia en el barrio a través del festival Inside 22@, bajo la dirección artística de Niu y en colaboración directa con el comité 22@ Network, ha empeorado el dolor causado por esta derrota en particular. ¿Cómo es posible que Niu, uno de los grupos que originalmente lucharon junto a los residentes y otros artistas contra el 22@, esté ahora incentivando activamente la presencia de sus conquistadores con una celebración que es una increíblemente frívola e insensible reescritura de la historia?

Pero esperad. Es fácil señalar a los especuladores, propagadores de la guerra y a aquellos que están completamente consumidos por el ethos capitalista del “Más”. Si miramos de cerca las manos con las que señalamos, podemos notar, inconfortablemente, que nosotros también estamos teñidos de rojo. Como gente alfabetizada viviendo dentro de una poderosa democracia occidental, todos somos cómplices de los males del mundo, y de alguna manera u otra hay, indudablemente, sangre derramada en nuestro nombre cada día. Tal vez, Niu, en el exitoso despertar del establishment 22@, decidió, como mucha gente hace, que esta es la manera en la que las cosas funcionan en el mundo y que no hay nada que podamos hacer contra eso.

Tal vez esta verdad palpable ha permitido que una sensación primordial de apatía se vuelva aún más cruda dentro de nosotros, una apatía y una complacencia que parecen haberse convertido en la más prominente capital cultural de hoy. Hemos sido manipulados para pensar que somos redundantes e incapaces de ofrecer cualquier resistencia a las fuerzas del mundo que controlan y dan forma a nuestras vidas ensombrecidas. Hemos aceptado nuestra derrota y nos hemos desenamorado de las caras poco familiares que se nos quedan mirando inexpresivamente desde el otro lado del espejo. Los políticos no nos escuchan. Las guerras se combaten a pesar de nuestras protestas de sábado por la tarde contra ellas. Nada de lo que hacemos hace una diferencia, así que, ¿por qué preocuparnos? En discusiones con los miembros de Los Martínez, observé que incluso ellos sienten el peso de la demanda de conformidad del capitalismo. Aunque ellos pelean por otros desinteresadamente, sin buscar una publicidad personal con sus actos, su opción de estilo de vida tiene el coste agregado de ser recordados cada día de que ellos no poseen una casa, o de que no tienen 2,5 hijos, ni tampoco un trabajo que puedan incluir en su currículum. De que ellos han escogido una vida no convencional. Aún cuando la crisis está a punto de probar que una vida “convencional” no significa necesariamente una vida más fácil, hay algo mayor que ha justificado las opciones de Los Martínez. Como uno de ellos me dijo: “Es duro, pero lo que sacamos de ello hace que valga la pena. Sólo tenemos una vida, y tenemos que amarla”.

Por lo que yo veo, Los Martínez continúan haciendo lo que hacen porque les importa, no sólo plantando cara a la violación de la ciudad en la que vivimos, sino también a nosotros. Los Martínez podrían ser fácilmente, Los Rodríguez, o Los Smith. Una rosa con cualquier otro nombre olería igual de bien. Aún así, mientras caminamos hacia lo que podrían ser nuevos tiempos de esperanza, fue un miembro de Los Martínez, el que me dijo, “No podemos hacerlo todo”. Es verdad: las guerras no se detendrán de un día para otro. Los móviles en nuestros bolsillos todavía tendrán la señal de la violencia en África. Los especuladores y los políticos ambiciosos no desistirán de intentar follarnos en cada esquina tan sólo porque le digamos que no lo hagan. A pesar de este saber, o tal vez por él, el núcleo central del mensaje de Los Martínez es que cada día nos miremos en el espejo más detenidamente.

La impresión que estamos destinados a experimentar cuando miramos a los brillantes colores de su arte, saliéndose del fondo gris y avaricioso que lo rodea, es que esos colores están dentro nuestro. Si queremos trabajar por el cambio con cualquier otra cosa que no sean declaraciones banales, entonces debemos empezar aquí: en casa, en nosotros mismos. El corazón en la pared es el vuestro. Depende de nosotros redescubrirlo. Y es entonces nuestra responsabilidad dejarlo que cante, escriba, pinte, grite o llore en cualquier manera, afirmando nuestra batalla colectiva para seguir siendo parte de la original y de la única y verdadera cultura perdurable: la humanidad.


Que seamos más despiertos. Que seamos más conscientes. Que seamos más vivos.
Más Amor.


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INGLES

G4 SUMMIT
Graffiti, Guns, Globalization and Ganas

by Simon Friel

If you ask somebody to define exactly what "subculture" means, they will probably look at you askance for proffering such a banal question, then promptly fail to give you anything like a substantial and well-defined answer. If you look it up online, you will come across a lot of waffle that ties itself up in knots by relying excessively on the word "culture". You will find words like subversion, Punks, ambivalent, non-domestic, Goths, negative, and tribes; and you will be a much better man than I if, from it all, you can derive any real meaning or significance.

When it's too difficult to decipher the meanings of words, it is often easier to take solace in images. As I walk through the streets of the city, I notice colours jumping out at me and dragging my attention away from the grey. The walls of the city are screaming out, looking for answers that I'm not sure I have. The walls are talking, and I think we ought to listen.

The images on the page opposite are all brought to you by Los Martinez, a group that lives and breathes on the same streets you traverse. But the identity of the group is less important than engaging with its discourse. If you look closely, you will see that their work has real content, something you won't find in "subcultures" defined largely by fads and pouty posturing. Interacting with Los Martinez, you are moved uncomfortably from your previous position of impassive alienation. The sharp nip of recognition you feel when you look at their work, particularly their hearts, makes you an active part of a systematic and structured opposition to the dominant culture you were ineffectually loving to hate. You have become a true outsider. You have moved away from subculture and joined the ranks of a counterculture.

One hundred years ago, the city of Barcelona and its people passed through a period of great poverty. A poor population struggled to live and, in extreme cases, starved to death. The ratio of food spending against housing spending was around 5:1. People lived in times of economic hardship and misery, but for the most part they could afford to pay for the roofs over their heads. In modern day Barcelona, the situation has been completely reversed. A normal person, earning 1000€ a month, could survive spending only 200€ a month on food, but would be very hard pushed to cover the cost of owning an apartment in the city with the remaining 800€. Most people won't starve in La Millor Botiga del Mon, but if you're not rich, you had better look for another place to rest your head at night. It is in the reality of this environment that Los Martinez are attempting to offer an alternative message to the people of the city.

Los Martinez are a group of like-minded individuals who found each other by chance as they worked individually on the streets, and who then joined together to produce work in which we find a seamless fusion of art and social commentary. They are social warriors, committed to reclaiming public space as our own by turning it into a free gallery. But the artistic beauty of their message should not fool you into taking their work lightly. This collective group of creative friends is not only fighting to reclaim the city's public spaces. In the barrios where speculation and big business are displacing residents, tearing down buildings, and trying to negate the rich history of the places they wish to reinvent in their own selfish image, Los Martinez are also out on the front lines alongside real people.

In Bon Pastor, Los Martinez painted walls alongside niños gitanos del barrio, in protest of the forceful eviction of families from the "casas baratas". In Barceloneta, they worked with the vecinos del barrio in their fight against the Ayuntamiento's Plan de Ascensores, a scheme that would see elderly people and families evicted from their homes. But it is perhaps in Los Martinez's old home of Poblenou where their fight has been the most intense, and it is this place that best highlights the unrelenting determination of their struggle and their continued belief in it. Nevertheless, it is here, too, where the odds against the success of their movement can seem largest.

In Can Ricart and Poblenou, Los Martinez were part of the group of 3,500 vecinos and friends of the neighbourhood that protested against the monster that is 22@. This privately-funded, local-government-supported venture has displaced the majority of Poblenou's artistic community, as well as many families who had lived for generations in what was tradit ional ly one of Barcelona's few authentic working-class neighbourhoods. It's an ugly thing in itself, and a pattern that's becoming all too familiar, but 22@ is made even uglier because many of the companies that operate out of this new state-of-the-art business park are ones that deal directly in, or have links to, the manufacture of arms. Indra, whose president heads the committee of 22@, is the world's biggest non-US supplier of military equipment to the world's largest military machine, the Army of the United States of America.

The protests in Poblenou, like so many others, were to no avail, and the pain felt in this particular defeat has been worsened recently by the attempted validation of 22@ and its presence in the neighbourhood through the three-day Inside22@ festival, run under the artistic direction of Niu and in direct collaboration with the 22@ committee. How is it possible that Niu, one of the groups that originally fought alongside residents and other artists against 22@, are now actively encouraging the presence of their conquerors in a celebration that is such an incredibly frivolous and insensitive rewriting of history?

But wait. It is too easy to point fingers at the speculators, propagators of war, and those who are completely consumed by the capitalist ethos of "More". If we look closely at the hands we point with, we might note, uncomfortably, that they too have a red tinge. As literate people living in a powerful Western democracy, we are all complicit in the ills of the world, and in one way or another there is undoubtedly blood spilled in our name every day. Maybe Niu, in the wake of 22@'s successful establishment, decided, as so many of us do, that this is the way things work in the world and there's nothing they can do about it.

Perhaps this elephant in the corner has allowed an overriding sense of apathy to fester within all of us; an apathy and a complacency that seem to have become the most prominent and bitter cultural capital of the day. We have been tricked into thinking that we are redundant and unable to offer any resistance to the forces of the world that shape and control our shadow lives. We have accepted our defeat and fallen out of love with the unfamiliar faces that stare back at us blankly from the other side of the mirror. Politicians don't listen to us. Wars are fought despite our Saturday afternoon marches against them. Nothing we do makes a difference, so why should we care? In discussions with members of Los Martinez, I saw that even they feel the weight of capitalism's demand for conformity. Though they fight for others selflessly, seeking no personal promotion through their acts, their lifestyle choice comes with the cost of being reminded every day that they don't own a house, or have 2.5 children, or a job that they can put on a resume. That they have chosen an "unconventional" life.

From what I see, Los Martinez keep doing what they do because they care, not only about making a stand against the violation of the city in which we live, but also about us. They could just as easily be called Los Rodriguez, or Los Smith. A rose by any other name would smell as sweet. Yet as we walk forward into what may be new times of hope, it was a member of Los Martinez who told me that, "We can't do everything". It is true: the wars won't stop overnight. The mobile phones in our pockets will still signal violence in Africa. The speculators and the greedy politicians won't desist from trying to fuck us over at every turn just because we ask them not to. In spite of this knowledge, or maybe because of it, the core message of Los Martinez is to look a little longer at ourselves in the mirror each day.

The feeling we are meant to experience when we look at the bright colours of their art, standing out against the backdrop of grey and greed that surrounds it, is that those colours are inside us. If we want to pay anything other than lip service to change, then it must start here: at home, in ourselves. The hearts on the wall are our own. It is up to us to rediscover them. And it is then our responsibility to let them sing, write, paint, shout or cry out in any way that affirms our collective struggle to remain part of the original and only truly abiding culture: humanity.

Que seamos más despiertos. Que seamos más conscientes. Que seamos más vivos.
Más Amor.


Some links:
IMC:BARCELONA INDEPENDENT MEDIA CENTER barcelona.indymedia.org/
BONPASTOR: bonpastor.noblogs.org/
BARCELONETA: labarcelonetaambelaiguaalcoll.blogspot.com/
POBLENOU: www.poblenou.org/ Y CAN RICART: www.canricart.info/
ESPLUGUES DE LLOBREGAT: www.moviments.net/noalplacaufec/
REPENSAR BARCELONA: www.sitesize.net/
A BARCELONA LA PARTICIPACIO CANTA!: straddle3.net/participacio/
OUTSIDE22@: outside22.blogspot.com/
www.artebastardo.blogspot.com
SUPORTTOTAL DOCUMENTARY: blip.tv/file/1454507/